¿Sida o VIH?

11/30/2020
Sida o VIH

Desde 1988, el 1 de diciembre es el Día Mundial contra el Sida, el síndrome de la inmunodeficiencia humana adquirida. El primer paciente conocido con esta enfermedad apareció unos años antes, en 1981. Los siete años de diferencia entre las dos fechas ponen de manifiesto la estigmatización que han sufrido —y siguen sufriendo— los portadores del virus que la produce.

En general, todas las enfermedades de transmisión sexual son un tema tabú, pero el sida, debido a los pocos años que han pasado desde que se descubrió, a la cantidad de muertes que tiene a su espalda y a que desde un principio se catalogó como “enfermedad de homosexuales y drogadictos”, es la que está más estigmatizada.

¿SIDA o VIH?

Aunque a veces se utilizan las dos palabras como sinónimos, se trata de conceptos distintos. La palabra SIDA corresponde a las iniciales del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. El sida es un estado avanzado de la infección causada por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), que provoca la destrucción progresiva del sistema inmunitario.Una persona tiene el VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana) o es seropositiva cuando es portadora del virus. Este virus utiliza un tipo de células de nuestro sistema inmunitario para replicarse y, de esta forma, estas células se van destruyendo.

En una primera fase, el VIH se multiplica activamente en las células infectadas. El sistema inmunitario responde disminuyendo la presencia de virus en la sangre, aunque no impide que los virus sigan presentes y continúen afectando a otros órganos. Durante varios años el organismo puede permanecer en esta situación de aparente equilibrio, pero el VIH se sigue multiplicando en las células e infectando otras nuevas. Finalmente, si no se accede al tratamiento se produce un debilitamiento paulatino de las defensas del organismo. Aparecen entonces los signos y síntomas propios de la enfermedad que definen el sida.

¿Cómo se transmite?

Cuatro fluidos, la sangre, el semen, las secreciones vaginales y la leche materna de las personas infectadas tienen una concentración suficiente de virus como para transmitirlo. Ello significa que el VIH puede transmitirse por tres vías: sexual, sanguínea y de madre a hijo/a. No se transmite por la saliva ni por el contacto piel con piel. Por lo tanto, no pasa nada por dar un beso a una persona seropositiva, ni por apretarle la mano, abrazarla o beber del mismo vaso. Además, para que se produzca la infección es necesario que el VIH penetre en el organismo y entre en contacto con la sangre o mucosas (revestimiento del interior de la boca, vagina, pene y recto) de la persona.

Para prevenir el contagio, hay ciertos comportamientos que se deben evitar:

  • Mantener relaciones sexuales sin preservativo (vaginales o anales).
  • Compartir agujas o materiales cortantes, como maquinillas de afeitar.

  • Hacerse tatuajes o ser atendidos en cualquier lugar que utilice objetos cortantes y que no esterilicen el material (es importante comprobar que los sitios estén homologados).
  • Si está embarazada y tiene el VIH, hay tratamientos que reducen eficazmente el riesgo de transmisión del virus a su futuro hijo o hija durante el embarazo y parto. Una madre infectada no debe dar el pecho a su bebé.

Sin embargo, el virus del sida no se transmite:

  • Por el aire ni por el agua.
  • A través de animales o insectos (como los mosquitos).
  • Por compartir los cubiertos, las servilletas, los aseos o cualquier otro instrumento que no implique contacto sanguíneo o de fluidos sexuales.
  • Por las heces, el fluido nasal, la saliva, el sudor, las lágrimas, la orina o los vómitos, a no ser que estén contagiados de sangre.
  • Por tocar, besar, acariciar o abrazar a una persona infectada.

¿Hay cura? ¿La habrá?

Como ya se ha dicho, de momento se ha conseguido convertir el SIDA en una enfermedad crónica. Los medicamentos no curan la infección por VIH, pero la convierten en una afección crónica manejable. También reducen el riesgo de propagar el virus a otros. Por lo tanto, de momento no existe ni cura ni vacuna. El virus es muy cambiante y eso dificulta mucho la tarea de los investigadores por encontrar una cura definitiva o una vacuna. No se sabe qué nos deparará el futuro, pero, de momento, la sociedad tiene dos retos que afrontar: tomar conciencia sobre las medidas de protección y normalizar la situación de las personas que ya son portadoras.